MANIFIESTO CONTRA LAS IMITACIONES

Hay créditos suficientes -y notables, además- para justificar que Venezuela tiene sobrada solvencia en el diseño. Desde hace unos años, lo que comenzó con las iniciativas incipientes -y aisladas- de un grupo de diseñadores que se propuso demostrar que éste es un país de buenas costuras, se ha reproducido en propuestas con propia identidad. Y casos hay muchos. Esa efervescencia creativa que estalló en Caracas y se multiplicó en Maracaibo, Mérida y ahora Valencia y otras ciudades, ha dejado el trabajo de quienes con mucha voluntad y no menos empeño, han levantado etiquetas de diseño venezolano de buen nivel que consiguen reseñas en distintos idiomas y se venden en otras órbitas del planeta. Pero detrás de las ideas exitosas, están los cazadores de lo fácil, los que hacen vulnerable cualquier patente posible. Aquellos que buscan imitar sin prejuicio, que no es lo mismo que quienes se proponen inspirarse en otros por su destacado ejemplo. Los mercados de "diseño", a muchos el nombre les queda holgado, se reeditan con insistencia -en algunos casos con bastante abuso- para mostrar el trabajo conceptual y valioso de muchos diseñadores, y de otros que osan el título con alarde aunque sólo repliquen ideas ajenas. Estos mercados no procuran filtrar su selección, quizás porque algunos organizadores no tienen el criterio para hacerlo o tienen una ambición abultada que los detiene. Lo destacable, es que son en estos mercados -muchas veces, no siempre- en donde se descubren a nuevos creativos que buscan mostrar sus buenas ideas por primera vez. También pocas son las tiendas que apoyan en su totalidad sólo el diseño venezolano con propuestas serias. En esa avanzada de vitrinas de autor, algunas, muchas veces, descuidan su curaduría creativa, y cometen deslices con piezas que tienen obvias referencias de diseñadores que han trabajado con esmero en construir un discurso legítimo en la moda. El rigor en la elección debe ser una premisa. Ya hay, en algunos centros comerciales, tiendas de imitadores, quienes con mucho descaro -y no poco presupuesto- copian diseños en serie a precios competitivos. Están quienes van detrás de las creaciones de estreno de algunos diseñadores con la intención de calcarlas en sus talleres con resultados de pobre factura y poca monta. Marcas con relevante trabajo de diseño como Tarbay, BurunDANGA, Érika Yelo, Hot Chocolate Design, Liliana Ávila, Ushuva, Dalila Gebrán, Oh! Nena y VB Caracas, sólo por hacer registro de algunas, ya conocen bien, porque se han tenido que enfrentar a ello, las implicaciones de las imitaciones. En un país que ha hecho un manifiesto de su buena impronta y de sus ideas genuinas, y que ha elevado la conciencia, y sellado el orgullo de lo hecho acá, los creativos deberían dar la batalla, sin perder la dignidad ni dejar desinflar los ánimos, para ir un paso más adelante de quienes los siguen con la intención de reproducirlos. Una copia siempre va a ser una copia. Son los diseñadores de estos nuevos tiempos, los que, unidos, deberían ayudar a educar acerca de la estética y el valor de lo auténtico, a un público ingenuo que se resbala en la trampa y compra la idea falsa porque no conoce otra. Hay quienes, sin saberlo, son consumidores del plagio. Para que alguien pueda detectar una copia debe conocer la idea original. Los diseñadores venezolanos son responsables de trabajar en ello. Como cultores de lo legítimo este movimiento creativo debe aspirar elevar el nivel de la apreciación por el diseño, así como, unidos todos, proponerse hacerle frente a las falsificaciones. Que el valor por lo verdadero como principio, sea el testimonio de que somos un país que defiende sus ideas. El respeto al diseño debe ser una apuesta. El rechazo a las imitaciones debe ser una proclama personal. El apoyo a la originalidad debe ser un credo.

Por @mistercoppola