EL DESAFÍO

Con no pocos escollos, pero sí muchos retos el gremio de los alfileres ha dado las puntadas en un camino de desafíos que no ha sido óbice para no seguir adelante aunque el sendero se vea incierto. Desde sus inicios muchos diseñadores esquivaron los temores de los comienzos, apostaron pequeñas inversiones a riesgo y demostraron que podían conquistar a consumidores locales de lo Made in Venezuela. Y lo lograron. Armaron y entrenaron -y todavía lo hacen- pequeños equipos de producción, se enfrentaron -y todavía lo hacen- con la estrechez de las posibilidades acá, e imaginaron -y todavía lo hacen- un futuro cosido en su propia tierra. Han levantado encomios y conseguido láureos en otras periferias, desarrollado producciones en el otro lado del océano, abierto talleres y tiendas aquí y allá, vendido en otras latitudes, han pisado pasarelas en otros mapas y logrado reseñas en papel en revistas que han volteado la mirada hacia este lado. Y han convencido. Lo han hecho ante muchos reveses. Pero con voluntad y esmero han podido más que las adversidades. En un país sin industria textil, con restricciones en las compras de telas, con una inflación sin freno, con políticas que no protegen la propiedad privada y con un control cambiario que desamarra la moneda a conversiones abultadas y en continuados ascensos, la producción en Venezuela parece inviable. En su convicción ellos se resisten a no poder bastear sus sueños. Sólo el pasado año algunos inauguraron tiendas y talleres en un país de circunstancias contrarias para demostrar que los anhelos no se descosen tan fácilmente. Son capaces de derrotar la incertidumbre, encontrar salidas a cortapisas y enrollar carretes de nuevas probabilidades. La moda venezolana está ante un enorme desafío, quizás el más grande hasta el momento. Pero ellos no quieren tirar las tijeras, aunque falte mucho hilo y aguja en este país para zurcir los remiendos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario