En el camino del hilo y de la aguja hay muchas historias. Pero cuando se enreda el hilo siempre se puede, de nuevo, enhebrar bien el hilván. En los esmeros de cada puntada las costureras en el taller de la firma No pise la grama de la diseñadora Daniela Panaro, fijan los alfileres para luego pasar las bastas, hacen los pespuntes con sutileza y deslizan diestras las telas bajo las máquinas de coser. Allí, en esa faena diaria, cosen finos encajes, terminan los pespuntes de un vestido y cortan los patrones de algún nuevo diseño. Entre puñados de alfileres, carretes y muchas tijeras, la diseñadora supervisa el pase de las agujas y las líneas finales de las costuras que luego colgarán en los percheros de su tienda. Atrás, en el breve estante de las telas, destaca una selección de distintos paillettes de los que es aficionada -esos que representan el estilo de la marca- y que son parte de los textiles de colecciones que están por venir. En una esquina una muestra de delicadas plumas, más allá unos sesgos, hermosos bordados, bobinas de hilos y racks con algunas piezas terminadas a buen oficio por manos trabajadoras en una labor que en ese taller se recuerda a diario en una pizarra: "Trabajamos con amor, determinación y metas". Que siga ese buen camino de hilo y aguja.
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